Las pintaderas constituyen uno de los elementos que con mayor asiduidad se emplean en el ejercicio de evocar desde nuestros días a las poblaciones prehispánicas de Gran Canaria. Se trata de piezas que sin duda han traspasado las fronteras del tiempo, no sólo por el hecho de haber llegado hasta nuestros días y porque hoy podamos reconocerlas como parte integrante de un remoto y desconocido pasado, sino también porque las hemos incorporado a nuestra cotidianidad como icono identitario. Se han convertido pues en un identificador tanto de momentos pretéritos como del presente, sin que muchas veces seamos capaces de diferenciar dónde acaban unos y comienza el otro. Probablemente no se trate de un fenómeno cuyo origen debamos achacar en exclusividad a la posmodernidad que nos ha tocado vivir. Es, como trataremos de exponer, una historia compuesta por muchas historias.